Por Luis Miguel Castilla.
El nivel de pobreza ha retrocedido al registrado hace doce años. Esto significa que más de nueve millones de peruanos no tienen suficientes ingresos para cubrir el costo de la canasta básica de consumo. Ciertamente hubo una pandemia de por medio pero lo concreto es que las principales variables que explican el retroceso en la calidad de vida el 2022 son la elevada inflación, el bajo crecimiento económico y la incapacidad de la política social de compensar lo suficiente la merma en la capacidad adquisitiva de los más desfavorecidos.
De estas tres variables, el crecimiento de lejos fue el principal determinante de la reducción de la pobreza los últimos años. El Banco Mundial le atribuye un peso de 85% frente a otras políticas redistributivas que explican el 15%. El Perú experimento entre 1990 y 2019 la mayor reducción de pobreza de la región, cayendo 40 puntos porcentuales hasta bajar al 20% y la pobreza extrema prácticamente estaba en vías de desaparecer por debajo de 5%. Sacando el periodo pandémico, la pobreza se incrementó el año pasado por el incremento en 10% del costo de la canasta básica, siendo el rubro de alimentos el más afectado y el que le pega más a las familias más pobres (representa más de 50% de la canasta).
Este fenómeno inflacionario es transitorio; sin embargo el estancamiento económico y la incapacidad estatal de cerrar brechas sociales mínimas auguran un pronóstico sombrío, arriesgando que la pobreza siga en aumento los siguientes años. El riesgo de convulsión nuevamente sigue latente si esta proyección no cambia. Las opciones están al alcance de las autoridades de internalizar verdaderamente lo que está en juego.
- Primero, acelerar la inversión privada que explica el 90% de la inversión total y que es la principal generadora de empleo. Regulaciones más sensatas y estabilidad ayudarían a que el potencial productivo despegue.
- Segundo, un estado que sea capaz de invertir con eficacia y probidad los recursos públicos que se tienen (ojo que el presupuesto de la República se incrementó 5 veces los últimos 20 años) y se acelere el cierre de brechas. En ambos casos la actividad privada juega un rol preponderante.
Por un lado, la demonizacion del sector empresarial privado formal por móviles ideológicos y populismo barato le pasa factura a la generación de riqueza y de oportunidades, incluso en un entorno externo de altos precios de las materias primas.
Por el otro, negar una mayor participación privada en obras de infraestructura y modelos de gestión (en salud, agua y educación) y apostar por fórmulas puramente públicas lo que hacen es desperdiciar la posibilidad de un cierre más acelerado de las brechas sociales. La apuesta no es el modelo del chorreo como algunos podrían señalar sino de la sensatez, maximizar el crecimiento y lograr un estado mínimamente funcional y transparente. No es mucho pedir.
Mira la entrevista de Luis Miguel Castilla en “Claro y Directo” con Augusto Álvarez Rodrich en nuestro canal de Youtube.