Por Luis Miguel Castilla.

Estamos pasando por uno de los peores momentos de la economía. Excluyendo la pandemia, la contracción del PBI (o el crecimiento nulo en el mejor de los casos) que se anticipa para este año es el peor en más de dos décadas y contrasta con el desempeño de otros países en la región, como Brasil o México, que crecen por encima de lo anticipado.

Esfuerzos infructuosos

Los esfuerzos del Gobierno han sido infructuosos pese a intentar de todo para animar las expectativas de los agentes económicos con anuncios de inversiones que no se concretan y con una lluvia de millones de gasto público que increíblemente no se ejecuta. La reducción de la inflación será más lenta por shocks de oferta y el impacto de la reciente depreciación cambiaria sufrida por el sol.

Inflación mundial

Peor aún, el mundo se complica por la persistente inflación que obliga a que la Reserva Federal mantenga las tasas de interés elevadas más tiempo de lo anticipado (lo que se refleja en el pico alcanzado ayer por el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años) y un nuevo y muy peligroso conflicto bélico desatado en Medio Oriente que podría prolongarse y tener serias implicaciones en la economía global.

Pesimismo con mayor fuerza

Esto se está dando por riesgos en el suministro de petróleo, cuestión que genera una gran dosis de incertidumbre y volatilidad en los mercados financieros. Estas presiones cambiarias serán temporales en tanto perduren estos eventos externos y la fortaleza de las cuentas externas ayudarán a que nuestra moneda se fortalezca hacia fines de año. Sin embargo, el pesimismo ha regresado con mayor fuerza y la inversión privada seguirá de capa caída.

Niño con magnitud incierta

Entramos a la recta de este año plagados de riesgos e incertidumbre y lograr que la economía rebote el año entrante se verá desafiado por un Niño con una magnitud incierta y con unas autoridades que no atan ni desatan. Los esfuerzos por dinamizar la economía no están siendo efectivos y las prioridades políticas van por otro lado, en el caso del Congreso. Dicho poder del Estado sigue erosionando la institucionalidad y está más preocupado por su agenda de impunidad o negociados.

Liderazgos e institucionalidad

Ahora entramos a la aprobación del presupuesto de la República para el 2024 y comenzará el festín de millones sin considerar que las cuentas públicas se han debilitado por el menor crecimiento registrado. Estaremos algo mejor en doce meses (al disiparse los shocks externos) pero con una perspectiva de estancamiento que continuará precarizando al país en tanto se mantengan los liderazgos actuales y la institucionalidad se siga deteriorando.