Por Luis Miguel Castilla
El Gobierno está descuidando las labores básicas que la ciudadanía espera de sus autoridades. Estar en un constante modo de crisis política y que la presidenta esté más enfocada en lidiar con sus investigaciones fiscales y las de sus allegados hace que los sectores pierdan el foco de lo importante, y especialmente que los ministros inviertan más tiempo defendiendo a la mandataria que cumpliendo las responsabilidades que su función les confiere.
Problemas cotidianos sin resolver
El Ejecutivo no avanza en solucionar los problemas cotidianos de la ciudadanía. Dos sectores muy sensibles para la población ilustran claramente esta situación: seguridad ciudadana y salud pública.
Deficiente gestión en seguridad ciudadana
Pese a que la tasa de victimización se ha duplicado en los últimos dos años, la gestión del Ministerio del Interior sigue siendo la más deficiente del Estado. Al primer trimestre de 2024, no solo ejecutó el 5,2% de su presupuesto de inversiones, sino que el 76% del valor de sus obras está paralizado. No es de sorprender que la ola de violencia siga avanzando y que las economías criminales continúen actuando con total impunidad.
Ineficiencias en salud pública
En materia de salud pública, se sigue comprando insumos mal y tarde —por ejemplo, medicamentos—. Tampoco se avanza en conformar las redes integradas de salud ni la red oncológica. Todas estas ineficiencias impiden avanzar en el acceso a servicios de salud de calidad. Ejemplos sobran: el 32% de la población carece de atención médica; el 43,1% de nuestros niños de 6 a 35 meses de edad presenta anemia y hay una tasa de incidencia de dengue de 521 casos por cada 100,000 habitantes (un aumento de más del 350% con relación a 2023).
Desinstitucionalización y populismo legislativo
El Gobierno se sostiene en el poder aceptando la desinstitucionalización de la administración pública, subordinando las opiniones de las entidades técnicas especializadas y tolerando el excesivo populismo legislativo. La consigna pareciera ser mantenerse en el poder como sea, relegando a un segundo plano el bienestar ciudadano.