Por Luis Miguel Castilla
Ayer culminó CADE 2024 en Arequipa. El lema de la conferencia, “De la degradación a la reconstrucción de nuestro futuro”, reflejó un contenido en el que se mostraba que retomar un rumbo de mayor desarrollo y progreso para la población demanda con urgencia encarar una serie de desafíos institucionales. Estos pasan por reformas (aunque sean mínimas en algunos casos) en el sistema político, la administración de la justicia, el servicio civil, la seguridad, la educación, la salud, entre otros, en un entorno afectado por los riesgos geopolíticos, la disrupción tecnológica, la polarización y la fragmentación. Mucho de lo discutido no es novedad, pero el sentido de urgencia obliga a plantear propuestas convocando a todos los agentes relevantes de la sociedad. Siendo la sede del evento en Arequipa, fue muy positiva la presencia de líderes de todas las cámaras regionales de comercio del país, quienes suscribieron un acuerdo inédito con compromisos y exigencias hacia sus autoridades.
Ausencia del sector público en CADE 2024
Sin embargo, esta CADE haya sido quizás la más deslucida ante la ausencia total de autoridades del sector público (con excepción del presidente del BCR y de los anfitriones arequipeños). Todo el sector público en pleno brilló por su ausencia; ningún ministro de Estado ni autoridad relevante acudió a este espacio para al menos intentar reducir la enorme brecha que separa al sector privado del sector público. Quizás haya sido un error de los organizadores no incluir en el programa oficial a más autoridades so pretexto de que los temas tratados eran transversales y no sectoriales. Pero, aun así, esta situación refleja un problema más profundo, que es la falta de diálogo real entre el sector empresarial y la autoridad, empezando por la propia presidenta de la República.
La falta de disposición al diálogo por parte de la presidenta
No hay país democrático en el que el jefe de Estado se niegue a escuchar (o confrontar, según sea el caso) los planteamientos y las críticas del actor que genera empleo y sustenta al Estado a través del pago de sus impuestos. Hemos llegado al extremo en el que la presidenta no quiera exponerse a ninguna crítica y no acepte la gran desaprobación que tiene de todo el país, incluido el empresariado. Esto muestra a una jefa de Estado incapacitada para desempeñar su rol. Rendir cuentas de sus actos (u omisiones) es un requisito clave para quien conduce los destinos de un país. Lamentablemente, hemos corroborado que la conducción que tenemos no quiere dar la cara y persiste en aislarse de todo aquel que no le lleve la amen.
Consecuencias de la ausencia de liderazgo en el país
Estamos ante la ausencia total de liderazgo, y esto se nota por la pérdida de rumbo que sentimos. Toda acción estatal es reactiva. Desde la atención de los incendios forestales y las sequías hasta la tardía respuesta ante la conflictividad social desatada por mineros informales. La inoperancia y la falta de efectividad para encarar los problemas que vivimos parten de una cabeza opaca, limitada y sin sentido de responsabilidad. Lamentablemente, se desperdició el espacio público-privado que brinda la CADE.
Lee la entrevista completa en Correo: