Por Luis Miguel Castilla.
La crisis política y la violencia social ponen cabe a una mayor recuperación económica. Si bien en el corto plazo asumiendo que la presidente Boluarte pueda consolidar su gobierno, con un premier que esté a la altura del crítico momento político que vive el país, y que se ratifique en segunda votación el adelanto de elecciones para abril de 2024, el gabinete más técnico y solvente debe ayudar a mejorar en algo la ausencia de confianza. Esto al menos hasta que empiece la campaña electoral y se gatille la usual incertidumbre que paraliza toda decisión de inversión relevante.
La situación no es peor porque en toda justicia el manejo macroeconómico del Perú ha logrado sobrevivir la inestabilidad crónica y ha intentado adoptar medidas que mitiguen el caos de la administración anterior. Clave ha sido el rol jugado por el BCR que se constituye en el verdadero baluarte de la estabilidad macroeconómica haciendo todo lo posible por contrarrestar el repunte inflacionario y manteniendo la moneda lo más estable posible. Es importante señalar también que el MEF no ha caído presa de copamiento político y su tecnocracia ha sobrevivido (aunque ciertamente debilitada).
La tarea, sin embargo, es muy ardua para hacer todo lo posible para evitar que la economía siga desacelerándose y caigamos en un estado de estancamiento social indeseable. El Plan Impulso Perú es claramente insuficiente para reanimar la economía y las proyecciones del BCR así lo confirman. La estrategia debe ser otra y el MEF debe ser mucho más proactivo y comprarse pleitos que vayan más allá de su tradicional fuero de mantener las cuentas públicas ordenadas. Dos ámbitos de mayor intervención para recuperar la confianza debieran ser una mayor participación en la gestión de los conflictos mineros y una postura más agresiva que limite la adopción de normas anacrónicas en lo laboral. En el primer caso el MEF debe usar todos sus instrumentos y capacidad técnica para que se cumplan compromisos razonables en las mesas de diálogo.
En el segundo caso procurar que se cumpla con un mínimo estándar de calidad regulatoria y propiciar la derogación de normas laborales que aumenten la informalidad. Salirse de su rol tradicional demanda un apoyo total de la presidencia de la República y contar con un gabinete más consistente y alineado a la tarea de reactivar a la alicaída economía.
A lo anterior debe sumarse hacer valer su veto técnico del pasado y asegurar un mínimo de racionalidad a las políticas del Ejecutivo y frenar las leyes populistas que el Congreso plantee aprobar. Así se comenzará a recuperar la importancia que un MEF fuerte ha jugado tradicionalmente durante los últimos años. Es clave ir más allá de lo esperado y comprarse más pleitos para evitar un escenario adverso que los políticos se empeñan en perpetuar. Se requiere pues más liderazgo y salirse de la zona de comfort tradicional.4
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