Por Luis Miguel Castilla.
El último Reporte de Inflación presentado por el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) comienza a sincerar las proyecciones económicas oficiales y ajusta a la baja la previsión de crecimiento del PBI de 2.6% a 2.2% para este año. Lo más resaltante es el abierto reconocimiento de que el estancamiento económico perdura pese a los intentos de reactivación adoptados por el Gobierno a través de una política fiscal expansiva.
En el marco del plan Con Punche Perú, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) ha añadido recientemente una inyección de S/ 3000 millones a los S/ 8000 millones destinados a sostener la economía familiar, apuntalar la inversión en las regiones y apoyar la reactivación de algunos sectores particularmente afectados como el turismo, el agro, las confecciones textiles y las mype. Sin embargo, la economía sigue en franco proceso de desaceleración y ha registrado un crecimiento prácticamente nulo en el periodo enero-abril.
¿A qué se debe esta contracción?
Este menor crecimiento responde a la contracción de la inversión privada, situación que impide que se genere el empleo necesario, requisito clave para reducir la pobreza y la vulnerabilidad. El persistente pesimismo de las expectativas empresariales, factor que condiciona a la inversión privada, se atribuye a un conjunto de factores. Entre estos destacan el incremento en los costos de producción, la existencia de trámites engorrosos que dilatan el inicio de los proyectos, la parálisis en la toma de decisiones de mandos medios, la falta de un horizonte de largo plazo, entre otros.
Si bien la tendencia negativa de las expectativas ha empezado a ceder lentamente, no basta para que los inversionistas arriesguen más capital. Mientras el BCRP prevé que la inversión privada se contraería este año en 2.5%, la mayoría de analistas privados estima una caída de más de 5%, siendo la minería uno de los sectores más afectados. Para el año, se destinarían US$ 3500 millones para la optimización de los yacimientos mineros, monto que es menos de la mitad de los flujos de inversión registrados en el pasado.
La inacción de los funcionarios
Con una mirada más macro, los fundamentos siguen siendo sólidos y las bases generales del modelo económico no han cambiado. Como ejemplo de ello está la exitosa emisión de bonos soberanos que el MEF realizó en el mercado de capitales internacional. Sin embargo, la inversión en el sector real de la economía no despega.
Lo que lamentablemente está primando es la inacción de funcionarios estatales de rango medio que postergan indefinidamente decisiones por temor a las sanciones de un sistema de control interno muchas veces exageradamente punitivo y la facilidad con la que se judicializan las decisiones que se toman en el ejercicio de la función pública.
Para muchos es preferible que se paralice un proyecto y que vaya a un largo y caro arbitraje, a que se firme una adenda, por más que haya sustento técnico. Este es uno de los principales tapones para que nuevamente despegue la inversión, en especial en el sector de infraestructura. Pese a los numerosos anuncios del Gobierno, se registra un muy lento avance. Por ejemplo, el Plan Nacional de Infraestructura Sostenible para la Competitividad tiene un progreso de menos 25% en los últimos tres años.
El mercado laboral
Ante esto, el consumo privado se ha convertido en el motor del crecimiento, pero esta ruta no permitirá crecer sostenidamente. Pospandemia, el mercado laboral se ha precarizado y los salarios son más bajos que en el pasado (informales y subempleados, principalmente). Además, el shock inflacionario de los últimos dos años ha mermado la capacidad adquisitiva de millones de hogares que han caído nuevamente en la pobreza.
Un reciente informe del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) señala que en la capital hay 2 102 000 personas subempleadas, lo que implica que trabajan con un horario inadecuado y/o que ganan menos del sueldo mínimo. El INEI calcula que existen más de 1 644 000 subempleados por ingresos. Esta cantidad solo es 2.8% más alta que lo registrado el año pasado, pero es 53.4% mayor que lo reportado antes de la pandemia, cuando la cifra apenas superaba el millón.
La inflación
De otro lado, la inflación ha comenzado a ceder lentamente, lo que permitirá un eventual alivio al costo de vida de las familias peruanas. Según el BCRP, cerraría este año en 3.3% y convergería al rango meta el primer semestre del año entrante. La inflación bajó a 7.89% en mayo, luego de alcanzar un nivel máximo de 8.81% en junio de 2022. Los precios de alimentos se elevaron por la sequías, el alto costo de fertilizantes, los bloqueos de carreteras, la gripe aviar y el Niño costero.
Sin embargo, el BCRP señala que una reducción más rápida de la inflación está condicionada por el efecto de los eventos climatológicos que se vayan a registrar el resto del año. En ese sentido, el último reporte de la Comisión Multisectorial del Programa “Estudio Regional del Fenómeno El Niño” (ENFEN) mantiene el estado de “alerta de El Niño costero”.
Se espera que en la zona norte y centro del mar peruano, El Niño costero continúe hasta el verano de 2024, debido a la alta probabilidad del desarrollo de El Niño en el Pacífico central. La magnitud más probable para lo que resta del año iría de fuerte a moderada; en tanto que para el verano de 2024 las magnitudes estarían entre débil y moderada.
El Niño Costero
Ciertamente, el mayor riesgo que enfrenta la economía es la magnitud del Niño, pues nos encontramos en una posición vulnerable. A modo de referencia, el de 2017 sumó pérdidas económicas por 1.5% del PBI y redujo el crecimiento esperado en la misma proporción. Los sectores que tienden a ser los más afectados son la agricultura, la pesca, la manufactura primaria y la construcción.
A diferencia de hace seis años, El Niño toma al país con autoridades locales que llevan seis meses en el cargo, una economía desacelerada, una administración pública paralizada, una epidemia de dengue y servicios básicos muy precarios que atentan contra la salubridad de segmentos enormes de la población. Recursos presupuestarios se han puesto a disposición, pero la pregunta es si las autoridades serán capaces de utilizarlos para mitigar los daños que se materialicen.
¿Cómo revertir es estancamiento económico?
En lugar de aportar medidas para mitigar esta situación, ciertos grupos políticos pretenden reimpulsar irresponsablemente las protestas políticas, mientras el mediocre Congreso legisla para sus intereses particulares o nuevamente plantea salidas populistas para llevarse el rédito fácil de corto plazo (prueba de ello sería un nuevo retiro de los fondos privados de pensiones).
Tenemos todo para salir adelante, pero la sensación de urgencia sigue sin calar. Para revertir el estancamiento económico es imprescindible tomar conciencia de los riesgos que enfrentamos y plantear acciones efectivas que encaren la prioridad de los peruanos de contar con puestos de trabajo y remuneraciones dignas. Esto solo se dará si la inversión privada se reactiva y se acelera el ritmo de crecimiento económico. Cualquier otro planteamiento resulta retórico y de suma irresponsabilidad. Estamos advertidos.