Por Luis Miguel Castilla.
El primer semestre ha sido muy malo. El peor en los últimos 22 años (excluyendo la pandemia).
“Al margen de disquisiciones respecto a si la economía entró en recesión, lo cierto es que este año dejaremos de crecer como mínimo dos puntos porcentuales.”
Esto significa que al menos 400.000 puestos de trabajo dejarán de crearse y lo que continuará avanzando es la precarización del mercado laboral y el penoso aumento de la pobreza, a cerca de un 30% este año (nivel similar a la pandemia).
Es evidente que la economía sufrió importantes shocks externos no imputables al Gobierno (ciclón, convulsión social y Niño costero) y, pese a la adopción de una política fiscal expansiva, las autoridades no han sido capaces de evitar este escenario recesivo.
El segundo semestre debiera ser mejor que el primero, dado que los shocks externos se disiparán y la inflación ha entrado en un franco proceso de reducción, dándole un respiro a la capacidad adquisitiva de la familia peruana. Sin embargo, en tanto la inversión siga cayendo, la recuperación será exigua e insuficiente para revertir el deterioro en la calidad de vida de millones de peruanos.
Se pretenden impulsar fondos para financiar la infraestructura (esperemos sin sacarle la vuelta a las reglas fiscales), impulsar algunos sectores puntuales (petroquímica, industria naval, etcétera) e inyectar más recursos públicos para seguir impulsando la demanda interna. Estos esfuerzos podrían ser insuficientes si no se enfrentan las engorrosas regulaciones que afectan a la inversión privada y si no se comienza a abordar la precarización del mercado laboral planteando reformas que reduzcan la informalidad. Esto último no moverá la aguja a corto plazo, pero sí daría una clara señal de tener un plan a mediano plazo para lidiar con uno de los principales problemas estructurales de la economía peruana.
“Por temor a generar oposición política o alienar más a la población, el Gobierno no quiere enfrentar pleitos mayores. Esta actitud es la que impide una franca recuperación de las expectativas empresariales.”
Además, el bochornoso espectáculo que dan los congresistas todos los días, desde los cuestionamientos al nuevo Presidente hasta la implosión de algunas bancadas y el riesgo regulatorio por el populismo latente del Legislativo, son barreras adicionales para la recuperación de la confianza.
En tanto persista esta situación, la economía continuará con un desempeño mediocre y seguiremos sin aprovechar las múltiples oportunidades para retomar el progreso. Al final, son las barreras institucionales y políticas las que constituyen un lastre para la mejora de la economía nacional.
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