Por Luis Miguel Castilla.

Finalmente, el INEI confirmó la ligera contracción registrada por la economía nacional en el primer semestre. Todos los sectores cayeron con excepción de la minería y aquellos vinculados al consumo privado (comercio y servicios). Este periodo recesivo tiene razones imputables a la ocurrencia de shocks externos (convulsión social, ciclón y Niño costero), al incremento en las tasas de interés para combatir la elevada inflación y a la crisis de desconfianza que tiene postergados a miles de proyectos de inversión en múltiples sectores.

Desconfianza

Esta desconfianza responde a la debilidad del régimen político, la falta de previsibilidad y de un norte poco claro; a lo que se suma la ausencia de un sentido de urgencia de autoridades en los tres niveles que siguen ahogando emprendimientos con regulaciones engorrosas y desproporcionadas. Pese a estas regulaciones, el desempeño positivo del sector minero ha evitado que se dé una recesión mayor (especialmente gracias a la producción del proyecto Quellaveco).

Política fiscal

La política fiscal expansiva no logró que la inversión pública no cayera debido a las deficiencias de gestión de las autoridades municipales en su primer año de gestión. Para lo que resta del año, la economía debiera recuperarse al disiparse algunos de los factores que la afectaron adversamente. Sin embargo, la precariedad del mercado laboral continuará y las expectativas empresariales no lograrán una plena recuperación.

Incremento de la pobreza

De haber un Niño moderado, estaremos creciendo en el año un 1%, a lo mucho. Lamentablemente, el corolario de este escenario es el incremento de la pobreza, pese al descenso de la inflación. Nuevamente estaremos bordeando el 30%, nivel similar al pico alcanzado durante la pandemia. El 2024 debiera haber una mayor recuperación económica, pero será difícil crecer a tasas elevadas sin cambios reales en la institucionalidad política que rige al Perú y sin reformas que encaren de manera más decidida los problemas estructurales que persisten, a saber, baja productividad, elevada informalidad laboral y un Estado disfuncional que sigue trabando proyectos y sometiendo a los agentes económicos a costos de transacción que no tienen justificación.

Fortalezas macroeconómicas

Las fortalezas macroeconómicas persisten y aseguran estabilidad que debiera ser aprovechada para generar las condiciones habilitantes para la inversión privada y la generación de empleo adecuado, que es lo que realmente nos sacará de este equilibrio mediocre. Persistir con las mismas recetas para reactivar no asegura éxito y postergará por años recuperar los niveles de bienestar logrados hasta antes de la pandemia.

No podemos seguir atrapados en un fomento a la inversión privada con complejos y sin tomar decisiones impopulares. Eso es lo que el país demanda para recuperar el rumbo del progreso económico.

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