Por Luis Miguel Castilla.
Todos queremos que el país salga de la recesión lo más rápido posible. No podemos conformarnos con un deterioro de la calidad de vida de la población teniendo una economía que ha mostrado gran capacidad de recuperación. Esto responde a la solidez macroeconómica, la apertura comercial, y contar con un régimen legal constitucional que, al menos en teoría, promueve la libre empresa y la defensa de las libertades económicas.
Desafíos estructurales
Esto no quiere decir que no tengamos serios desafíos estructurales pendientes. Sin embargo, en el corto plazo hemos caído en una situación de incredulidad respecto a la clase dirigencial que tenemos. La última encuesta muestra que la aprobación de la presidenta Boluarte y del Congreso tiene un techo de solo 10%. Esta alta enajenación refleja una percepción de que carecemos de pilotos aptos para salir adelante y, peor aún, sin experiencia para lidiar con contingencias y mucho menos la capacidad de liderar una agenda de reformas estructurales imprescindibles. Aun si tuviéramos el mejor de los planes económicos y efectividad en su ejecución, persiste una grave crisis de credibilidad en la población y los agentes económicos que lamentablemente se alimenta de una enorme falta de liderazgo, y que exacerba el pesimismo que prevalece.
Limitaciones a nivel político
Por el lado del Ejecutivo, el problema no radica necesariamente en el MEF, sino en las limitaciones a nivel político y la capacidad de alinear a toda una orquesta ministerial para que reme en una sola dirección. Por el contrario, la agenda es reactiva a nivel sectorial y parece haber temor de tomar medidas por parecer muy proempresarial. Esa actitud es errada ya que impide acelerar la inversión y propiciar la creación de empleo, tarea que solo la empresa privada puede hacer.
Liderazgo
Cambiar esta situación exige tener un liderazgo al más alto nivel que no escatime esfuerzos y que dé la cara al país con más convicción y voluntad, incluso asumiendo mayores costos políticos y saliendo de su zona de confort. De lo contrario, la percepción de mediocridad continuará y el pesimismo no logrará revertirse, pese a la proactividad del MEF en presentar medidas de todo tipo. Los anuncios no surten efecto, lo que urge es que se metan algunos goles para cambiar el humor nacional.
Por el lado del Congreso, la situación es peor. Quizás lo más complicado es que se ha claudicado en la tarea de legislar teniendo como objetivo el bien colectivo y lo que se impone es la suma de agendas individuales donde la prebenda y el clientelismo son lo que mandan, y la erosión de la institucionalidad democrática es lo que domina.
En breve, el déficit de liderazgo que venimos arrastrando hace años es la mayor restricción que enfrenta nuestro país y sin que cambie esto, será muy cuesta arriba salir de este mal equilibrio en el que nos encontramos.
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