Por Luis Miguel Castilla.
Mañana se cumple el primer año del Gobierno de la presidenta Boluarte y el aniversario del fallido golpe de Estado de Pedro Castillo. También se cumple el primer día en libertad de Alberto Fujimori tras acatar la decisión del Tribunal Constitucional. Todo esto en medio de una grave crisis institucional que incluye a los principales poderes del Estado. Quizás sea uno de los años más intensos vividos en los que la convulsión social, los desastres naturales y la profunda crisis de desconfianza que recae sobre la clase política condujeron a la recesión más prolongada desde 1991 (excluyendo la pandemia). El correlato de estos eventos es una población empobrecida que parece normalizar una situación de crisis constante.
Debilidad institucional e inestabilidad política
Evidentemente que la economía se recuperará una vez que se disipe el impacto adverso del Niño a lo que se suma el alivio de una menor inflación tras dos años de incremento en el costo de vida (el mayor en los últimos 25 años). Sin embargo, una recuperación más vigorosa estará constreñida si nuestro país no logra encarar la debilidad institucional y la inestabilidad política que no tiene cuando acabar. La mayor responsabilidad recae, evidentemente, en la clase política que tenemos que no ha estado a la altura de las circunstancias. Muy por el contrario, la precariedad del Ejecutivo, el populismo legislativo, la polarización política, la fallida regionalización, la corrupción y la enorme desafección ciudadana han dado pie al surgimiento de bandas criminales que someten a gran parte de nuestro territorio. El vacío de poder, la incapacidad de un Gobierno de gobernar y la falta de rumbo que se percibe sumen al país en una situación con pronóstico reservado.
Resiliencia extraordinaria
Pese a lo anterior, no podemos perder de vista que el Perú tiene todo para salir adelante y ha mostrado una resiliencia extraordinaria. No podemos perder de vista los activos que aún tenemos y que nos permitirían retomar el rumbo del progreso y el bienestar de la ciudadanía. Solo para mencionar tres fortalezas: contamos con fundamentos macroeconómicos muy sólidos que han permitido resistir situaciones límite; la apertura comercial se ha mantenido firme ante la tentación del proteccionismo, evidenciada por el despegue de sectores transables de talla mundial; y tenemos un marco constitucional que sigue protegiendo las libertades económicas para generar riqueza. Estos atributos son muy importantes. Tenemos que protegerlos y nos debieran servir para enfrentar los retos que aún tenemos como país. Pero para ello, requerimos de un liderazgo efectivo y decente que permita reconciliarnos entre peruanos y avanzar con una agenda de comunes denominadores. No podemos ser el país de las oportunidades perdidas. Salir de esta situación finalmente dependerá de nosotros mismos y nuestra capacidad de anteponer el bien colectivo antes que el individual, y ciertamente de elegir mejor a nuestras autoridades.
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