Por Luis Miguel Castilla.
La tarea más urgente que enfrenta el Ejecutivo es recuperar la confianza de la clase empresarial. Sin ella, la recuperación económica esperada para el 2024 será limitada. Este desafío ha sido una constante a lo largo del año: pesimismo de los agentes económicos de cuyas decisiones depende que la inversión privada pare de contraerse luego de dos años sucesivos de caída. El escepticismo de los inversionistas radica en razones que principalmente están fuera del control del MEF (incapacidad de gasto de gobiernos subnacionales, crisis institucional continua, populismo legislativo, shocks externos, etc).
Barreras para la recuperación de las expectativas
Sin embargo, hay dos aspectos que sí son imputables al MEF y constituyen barreras significativas para la recuperación de las expectativas. La primera es la creciente crisis de credibilidad que incluso ha derivado en intentos de interpelar (y eventualmente censurar) al actual titular de la cartera más importante del Gabinete. Revisando el pliego interpelatorio, hay un hecho en el que coincido con el congresista Anderson: la incorrecta y tardía lectura del diagnóstico inicial que explica la marcada desaceleración y recesión que atraviesa la economía. La insistencia en que la demanda interna iba a reaccionar ante un impulso fiscal fue la premisa inicial de la política económica (lo que algunos llaman adicción al gasto público) muestra una mala lectura de las fuentes de la caída de la inversión privada. Pasaron 9 meses para que el MEF se diera cuenta de que una ampliación del gasto público no iba a mover la aguja de las expectativas. Peor aún, propuso extemporáneamente un Plan Unidos que, si bien tenía elementos positivos, tendrán resultados el año entrante o en un plazo mayor inclusive. Estas medidas destrabadoras se tomaron más tiempo del requerido y no se dimensionó la incapacidad de municipios de gastar su presupuesto de obra pública a tiempo (típico de primer año de gestión).
Ministerio débil y permisivo
Lo otro es que la palabra del Ministro se ha venido devaluando por anunciar proyecciones que serían muy difíciles de cumplir (pecó de sobreoptimista) y luego se fue al otro extremo de anunciar una severa recesión como si los datos no hubieran confirmado esa situación desde hace tiempo. Peor aún, ante la frustrante falta de resultados y efectividad de las medidas adoptadas, el MEF se dedicó a lanzar una multiplicidad de programas con alcance limitado y se diluyó el impacto esperado sobre el estado de ánimo de los agentes económicos. Recientemente, enfrentamientos estériles con entidades técnicas respetadas, como el Consejo Fiscal, la insistencia del Ministro en que se cumplirá la regla del déficit fiscal a como dé lugar, cuando esto parece poco probable, son factores que han mellado la credibilidad del MEF. Se percibe un Ministerio débil y permisivo ante las presiones políticas (tanto del Congreso como del propio Premier Otarola) y una gestión desgastada. Todo lo anterior impide una mayor recuperación de la confianza, como lo muestra la encuesta empresarial publicada hoy.
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