Por Luis Miguel Castilla

Estamos a menos de año y medio para elegir nuevas autoridades. El contexto ha cambiado, pero el clamor de la ciudadanía por cambios profundos sigue intacto, especialmente en importantes ciudades del país. Durante el ciclo electoral pasado, los peruanos salíamos de una pandemia que había arrasado con la vida y el bienestar material de millones, lo que, sumado al descrédito de la clase política por los escándalos de corrupción, fue el terreno fértil para que una mayoría decidiera apostar por lo desconocido con un discurso de “patear el tablero”. A nivel nacional, el resultado electoral fue muy apretado, pero en muchas regiones hubo abrumadoras mayorías que apostaron por el candidato antisistema, especialmente en el sur. 

Recuperación económica y desapego hacia las autoridades 

Cuatro años después, el cambio más relevante es que la economía se recupera (aunque la precariedad laboral continúa para muchos). Sin embargo, la enajenación de la población con sus autoridades está en picos históricos (con aprobaciones mínimas) por un sentido de total desgobierno y por la aprobación de medidas muy cuestionadas, de espaldas a las necesidades de los peruanos. Quizás los cambios más grandes sean que la inseguridad haya desplazado con fuerza a la corrupción como la mayor preocupación de la población y que la calidad de servicios básicos, como agua, educación, salud y transporte público, sean los ámbitos de mayor descontento. Esto se corrobora en una encuesta que comisionamos a Ipsos en 6 importantes ciudades: Arequipa, Cusco, Juliaca, Cajamarca, Piura y Trujillo, para medir el temperamento de la población respecto a su percepción de los mayores problemas que la aquejan a nivel país, de su localidad y lo que afecta su vida cotidiana. 

Encuestas revelan el deseo de cambio en varias ciudades 

Los resultados más llamativos son que el deseo de cambio más fuerte se registra en Trujillo (más incluso que en el sur) ante el crecimiento exponencial de la criminalidad. En Juliaca, el problema central es la falta y pésima calidad del agua y saneamiento, considerado así por el 90% de los encuestados. En Arequipa, el principal problema es la deficiente provisión de servicios de salud. En ninguna ciudad, los servicios educativos son aprobados por más del 30% de los encuestados. 

La insatisfacción con la gestión pública y los servicios básicos 

Estas percepciones muestran claramente la principal fuente del descontento: la pésima calidad de los servicios básicos, lo que responde al marcado deterioro de la gestión pública en sus tres niveles de gobierno y a la desinstitucionalización de la administración pública, cortesía del Gobierno de Castillo y continuada por la actual administración. 

El acelerado deterioro en la gestión pública y la demanda de cambios profundos 

Si bien estos problemas se vienen incubando desde hace muchos años, el deterioro ha sido mucho más veloz en este quinquenio. La población mayoritariamente pide cambios profundos que enfrenten esta situación. El problema está en el abandono de aspectos clave que inciden en el bienestar ciudadano, especialmente la inseguridad. Si es así, las ofertas programáticas en las próximas elecciones deberían encarar estas demandas y no plantear cambios radicales que muy pocos piden. 

Lee aquí su columna publicada en El Comercio: