Por Luis Miguel Castilla
Tras la abrumadora victoria de Donald Trump a la presidencia de los EE. UU. y el control republicano del Senado (y eventualmente de la Cámara Baja también), se vienen momentos difíciles para el mundo. En el corto plazo se aprecia un fuerte rally en el mercado bursátil estadounidense y una fuerte apreciación del dólar como respuesta inicial a un gobierno que prometió bajar los impuestos de las grandes corporaciones, valorizándose positivamente sus acciones.
Incertidumbre ante políticas comerciales y posibles guerras arancelarias
Sin embargo, superada la euforia inicial, hay preocupación respecto a las medidas prometidas por el nuevo presidente electo, especialmente en el plano comercial y en materia fiscal. Las amenazas de incrementar aranceles unilateralmente a China (a niveles superiores al 60 %) y a otros países que no se alineen a la política exterior estadounidense serán muy disruptivas para el comercio internacional y encarecerán productos, afectando al consumidor global. Estas medidas provocarán represalias de los países afectados, y es muy probable que empiece una nueva guerra comercial (como la registrada durante el primer gobierno de Trump). Una devaluación del yuan chino sumado a mayores barreras arancelarias terminará siendo inflacionario y mantendrá las tasas de interés elevadas en el mediano plazo. Todo esto es negativo para el crecimiento global y para la demanda de nuestros productos de exportación.
Consecuencias de una política fiscal expansionista en EE. UU.
En el plano fiscal, el poco apego a la disciplina fiscal por las rebajas impositivas previstas significa que la mayor economía del mundo continuará acumulando un déficit fiscal y un elevado nivel de endeudamiento público, que a futuro obligará que el mundo se ajuste para corregir este desequilibrio. Retomar una política de “supply-side economics” que pretenda aumentar la oferta al inyectar mayor liquidez en el mundo es una historia ya vista anteriormente en los años ochenta con la posterior necesidad de ajuste y mantenimiento de tasas de interés elevadas de los bonos del tesoro a 10 años. Estas políticas no ayudarán a sostener el crecimiento global. En ambos casos, países como el nuestro se verían afectados adversamente por una reducción del precio de los commodities y una menor demanda externa.
Riesgo de presión arancelaria a América Latina
Hay un par de preocupaciones adicionales, reconociendo que América Latina resulta siendo bastante irrelevante para los intereses estadounidenses. La primera tiene que ver con el riesgo de que el nuevo gobierno republicano ejerza presión arancelaria a países que le han dado la bienvenida a las inversiones chinas, como es nuestro caso. Ya de por sí el puerto de Chancay es considerado como una afrenta a los EE. UU., y resulta plausible que se comience incluso a condicionar ayuda bilateral militar y de seguridad de manera más explícita en contra de nuestro país.
Debilitamiento del multilateralismo y riesgo ambiental global
La segunda preocupación es que el multilateralismo en el mundo sufrirá nuevamente de un embate por políticas unilaterales que no privilegian encarar problemas globales como el cambio climático. Estamos, pues, ante un escenario complejo que recién se verá en los próximos meses.
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