Por Milton Von Hesse para el Diario El Tiempo de Piura.
La economía neo institucional, promovida y liderada por Douglass North, laureado con el premio de la Academia Sueca en honor a Alfred Nobel en 1993, destaca la importancia de las instituciones para el fomento del progreso técnico, la productividad y el crecimiento económico. En ese sentido, para North las instituciones eran el conjunto de reglas de juego de una economía que premiarían el esfuerzo y la eficiencia y castigaría las malas decisiones. En sus estudios de historia económica, North mostró que aquellos países que no eran capaces de construir dicha institucionalidad, no tendrían un proceso de crecimiento sostenido en el tiempo. La principal amenaza para ello era la permanente amenaza de grupos organizados para modificar las “reglas de juego” con la finalidad de beneficiarse ellos mismos en perjuicio del resto de la sociedad.
Años después, los economistas Robinson y Acemoglu, en su obra “Por qué fracasan los países” encuentran que los países que mayor prosperidad alcanzan son aquellos que construyen un conjunto de reglas virtuosas para que sus economías funcionen buscando el bien común y no el privilegio de algunos. En ese sentido, en países en donde se proteja la propiedad privada, que no se creen restricciones para la competencia, en donde se respeten las libertades individuales y se permita la libertad de contratación e intercambio comercial, entre otras consideraciones, se presentarán los mejores resultados económicos que se reflejarán en el bienestar de las mayorías.
Lo que ha vivido el Perú desde julio del 2021 ha sido el tránsito por el camino, lento pero seguro, hacia la consolidación de una economía que privilegia intereses particulares y de grupos específicos a partir del debilitamiento de instituciones orientadas al bien común. Así, el debilitamiento de la carrera magisterial meritocrática y el reconocimiento del FENATE cuya agenda no privilegia la educación de calidad de nuestros hijos, la política laboral que castiga a la actividad formal especialmente de las pequeñas y medianas empresas en favor de pequeños sindicatos organizados, la eliminación de la política de erradicación de hoja de coca que abastece directamente al narcotráfico favoreciendo su expansión a partir del mayor abastecimiento de su principal insumo, la entrega de la política nacional de salud a un partido político del centro del país que nombra en las principales entidades del sector a personajes cuestionados, el repartimiento de los presupuestos de infraestructura de los ministerios de Transportes y de Vivienda en manos de amigotes que usaron dichos recursos para pagar favores políticos y beneficios personales, son solo algunos ejemplos de medidas que no responden al objetivo de lograr el mayor bienestar de los peruanos.
Pedro Castillo se despidió de la Presidencia de la República anunciando un golpe de Estado y la captura de las principales instituciones públicas para seguir -seguramente- repartiendo beneficios a determinados grupos en perjuicio de la mayoría de peruanos. Las fuerzas armadas y del orden afortunadamente rechazaron obediencia al presidente convertido en dictador en beneficio de un mejor futuro para los peruanos. Corresponde ahora a la clase política del país, calmadas las protestas de ciertos sectores, retomar el camino hacia la construcción de una institucionalidad que nos permita un mejor futuro.
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