Más de dos millones de casos positivos de COVID-19 se han registrado en el Perú desde el inicio de la pandemia. Según datos de la Sala Situacional del Ministerio de Salud (Minsa) al 7 de septiembre, su letalidad era de 9.71%.

El desempeño de aquellos servicios de salud no relacionados a este contexto de emergencia se vieron directamente impactados por la priorización de la atención de la pandemia. Se fortaleció la respuesta hospitalaria, pero se limitó la oferta de servicios del primer nivel a la atención de urgencias y emergencias, y se dejó de lado los servicios enfocados a salud materna e infantil que estos proveían habitualmente.

Hoy, los indicadores de desarrollo infantil temprano reflejan esta situación crítica. Basta ver la información de los controles del crecimiento y desarrollo del niño (CRED) que son actividades preventivas que realiza el Minsa en sus establecimientos mediante controles periódicos con exámenes físicos, administración de vacunas y entrega de micronutrientes para prevenir la anemia.

Como se puede observar en el gráfico, el porcentaje de niños y niñas menores de un año con CRED completo disminuyó 38.8 puntos porcentuales entre diciembre de 2019 y diciembre de 2020. 

Concretamente en torno a la vacunación infantil se ha retrocedido cinco años en la vacunación básica a menores de 36 meses.  

Desagregando por tipo de vacuna, la antisarampionosa obtuvo una cobertura a nivel nacional de 52.2%, 13.7 puntos porcentuales menos que en el 2019. Según el Repositorio Único Nacional de Información en Salud (REUNIS), las regiones con una dramática menor cobertura de este tipo de vacuna fueron Ucayali (29.4%), Arequipa (39.1%) y Loreto (40.9%).

En cuanto a la prevención de anemia y la desnutrición infantil, el siguiente gráfico muestra que la cobertura de la ingesta infantil de suplementos de hierro retrocedió cuatro años. Y el porcentaje de niñas y niños menores de cinco años de edad que recibió suplementos de vitamina A los últimos seis meses paso de 6.6% en el año 2019 a 3.4% el 2020.  

Las consecuencias de estos indicadores en franco retroceso las veremos recién en los próximos años. 

Todo lo anterior tendrá consecuencias a largo plazo. Los niños con anemia o desnutrición crónica no podrán producir a lo largo de su vida como pudieron haberlo hecho de estar sanos y haber desarrollado y adquirido las habilidades y aptitudes correspondientes. Impacta directamente en su capacidad de aprendizaje. Este drama individual afecta a toda la sociedad, pues la acumulación de capital humano es vital para que un país alcance el desarrollo y alivie las desigualdades. Es decir, impacta en la competitividad del Perú en el largo plazo.

Ante ese escenario nos preguntamos ¿qué está esperando el Gobierno para adoptar políticas públicas que impulsen la continuación del CRED entre las familias y favorezcan el desarrollo pleno de las capacidades de nuestros niños?