Por Luis Miguel Castilla.
La crisis política y la convulsión social en el Perú está teniendo una cobertura internacional sesgada que no refleja lo que está pasando en nuestro país ni todo lo que está en juego. Algunas realidades que no se dicen en el exterior:
- La convulsión social fue gatillada por el golpe de Estado de Pedro Castillo, quien viéndose acorralado por la justicia y el Congreso, urdió un plan B organizado, financiado e implementado por los grupos que lo auparon en el poder. No se puede olvidar los llamados a la insurrección y la manera cómo se azuzaba a todo tipo de colectivos desde Palacio de Gobierno.
- La vacancia de Castillo fue apoyada por 101 votos incluyendo 30 votos de congresistas de izquierda que ahora quieren cambiar la narrativa y acomodar los hechos a su antojo e ir a la carga con una agenda política que prioriza la Asamblea Constituyente.
- La violencia, el caos y la anarquía es la forma de presionar a un gobierno frágil y forzar un desenlace político.
- No hay justificación para la violencia pero los derechos humanos son de todos los 33 millones de peruanos. Las fuerzas del orden tienen que ajustarse a lo que la ley permite. Siempre habrá una discusión de la proporcionalidad del grado de fuerza que se use si hubieren excesos están las autoridades judiciales correspondientes.
- La salida a la crisis ocurrirá en tanto el Congreso otorgue prioridad total a la aprobación del adelanto de comicios sin condiciones y con el tiempo estrictamente necesario para la realización de elecciones limpias y transparentes. Además, las elecciones no aseguran una resolución a la crisis sino que ayudará a calmar las aguas, al menos momentáneamente.
- No se puede subestimar que hay problemas estructurales sociales que no han sido resueltos y que demandan una profunda reflexión, mea culpa (cosa que aplica a toda la clase política al margen de sus simpatías y adhesiones políticas) y acción urgente. En otras palabras, la crisis actual es el resultado de liderazgos políticos que no fueron capaces de crear un país más cohesionado y que ahora las fracturas sociales son el caldo de cultivo de una población desafecta por sus postergaciones y que cae seducida por salidas mágicas o panaceas irreales.
Hay muchas otras consideraciones que pueden sumar a este listado. Lo cierto es que entender lo que realmente sucede en el Perú y las salidas a la crisis es un ejercicio mucho más complejo y que demanda una lectura ponderada, cosa que no está ocurriendo. El Gobierno tiene la imperiosa necesidad de desplegar una estrategia de comunicaciones que permita una caracterización más fidedigna y objetiva de lo que está en juego en el Perú, esto definitivamente está haciendo falta.
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