Por Nicolás Besich. 

El próximo lunes 13 de marzo, aproximadamente seis millones y medio de estudiantes de educación básica regular pública retornarán a clases. Lo propio harán, durante las próximas dos semanas, casi dos millones de estudiantes de escuelas privadas. Sin embargo, lejos de ser un Buen Inicio del Año Escolar, como lo denomina el Minedu, este se presenta con grandes riesgos e incertidumbres.

Por un lado, la recuperación de aprendizajes y desarrollo de habilidades socioemocionales no parecen ser el principal punto en la agenda. Como mencionamos en un post anterior, en el 2022 el Minedu parecía haber puesto la agenda sindical por encima de la emergencia de aprendizajes generada por la pandemia. Lo anterior resulta especialmente alarmante cuando el Perú fue uno de los países con el cierre más prolongado de escuelas. Pareciéramos no ser conscientes del impacto que la pandemia tuvo en la educación. Nos comportamos como si desconociéramos la dramática conclusión del libro “Colapso y recuperación: Cómo la pandemia de COVID-19 erosionó el capital humano y qué hacer para recuperarlo“, del Banco Mundial. Sostiene que “en país de ingresos bajos y medianos, (…) a pesar de los enormes esfuerzos puestos en la educación a distancia, los niños no aprendieron nada durante los prolongados cierres escolares”.

Algunos expertos consideran incluso que la pérdida de aprendizajes puede haber sido mayor al tiempo de cierre de las escuelas. Lamentablemente, a la fecha seguimos sin contar con una evaluación sistémica que nos permita conocer el real impacto de la pandemia en nuestro país. Sin esta información, difícilmente se puede plantear estrategias específicas para mejorar la situación. Esperamos pronto poder tener los resultados de la evaluación muestral tomada el año pasado. Y que estos sirvan como insumos para la tan necesaria política de recuperación de aprendizajes.

Sin embargo, el impacto de la pandemia fue mucho más que en aprendizajes. Primero se dio en el acceso. Si bien para el 2022 las tasas de matrícula de inicial, primaria y secundaria se habían recuperado significativamente, la Unidad de Estadística del Ministerio de Educación identificó que, a diciembre de ese año, 325,159 estudiantes aún no se matriculaban y podrían haber abandonado sus estudios. El sector no debe cesar en sus esfuerzos por recuperar a estos jóvenes.

Desde este espacio saludamos y felicitamos a dicha unidad por la creación de Alerta Escuela, un sistema de alerta temprana que utiliza técnicas de machine learning para identificar el riesgo de interrupción de estudios. Sin embargo, nos preocupa que el actual ministro proponga nuevamente declarar en emergencia el Sistema Educativo Peruano, como se hizo entre agosto del 2021 y el primer semestre del 2022. ¿Sirvió de algo esta declaratoria? Claramente no.

Si bien uno puede coincidir con que el sector está en emergencia, estas declaraciones de nada sirven si no se es consciente de que los principales perjudicados por la precaria situación del sector son los estudiantes. Toda iniciativa que se quiera implementar debe tener como centro la prestación de un servicio de calidad al estudiante. Solo con esto en mente se puede pensar en las herramientas (infraestructura, docentes, materiales, entre otras) para conseguirlo.